jueves, 1 de febrero de 2018

La leyenda del mes: La torre de Breogán


¡Hola a todos!

Seguimos un mes más en la Biblioteca, aunque ya podéis ver que actualizo con bastante menos frecuencia que antes. Pero no os inquietéis, que es muy posible que pronto suba algunas cositas por aquí. Aunque sean artículos más cortos, hay cosas que me gustaría compartir con vosotros.

Mientras tanto, os dejaré con la leyenda gallega que he escogido para inaugurar este mes. ¡Espero que os guste!


La torre de Breogán




Existen leyendas que se refieren a Heracles y al gigante Gerión como principales artífices de la fundación de A Coruña, cuando el poderoso hijo de Zeus decapitó a Gerión y enterró su cabeza en el mismo lugar en el que años después se erigiría la Torre de Hércules. Pero hay otra leyenda que habla de la Torre de Breogán, y que es anterior a la de Heracles y Gerión.

Breogán fue un poderoso rey celta de una tribu a los que los latinos se referían como ártabros, que se habían establecido en lo que hoy es el puerto de A Coruña, conocida entonces por el nombre de Brigantium.

La ciudad estaba situada en una pequeña isla, hoy unida al territorio por la parte construida sobre el istmo de arena, y allí gobernaba Breogán. Cerca de allí, en una de las orillas de la costa, Breogán hizo construir una gran torre en la parte de la isla más próxima al mar abierto, en cuya parte más alta se encendía una gran hoguera para transmitir a grandes distancias ciertas señales, como la arribada de las grandes naves de los comerciantes fenicios, una orden de reunión, un peligro que amenazaba o cualquier asunto que hubiera que comunicar de alguna manera a las ciudades cercanas.

Una tarde de otoño, Ith, uno de los hijos de Breogán, subió a lo alto de la torre y desde allí oteó el horizonte. Y así fue como le pareció ver, en la lejanía del mar, una tierra nueva envuelta en brumas, un territorio que jamás había sido explorado. Llevado por la curiosidad y por el deseo de aventuras, pidió licencia a su padre para organizar una expedición a aquella tierra. Quizá encontrasen allí piedras que pudiesen trabajarse para fabricar armas y herramientas, o tal vez hallaran el valioso metal amarillo con el cual se labraban magníficas joyas. Tal vez incluso podían descubrir frutas desconocidas o semillas de algún cereal que pudieran sembrar en su propia tierra. Aquella tierra más allá de los mares ofrecía la posibilidad de hacer que prosperase su propio reino, pues ofrecía la esperanza de encontrar comida, animales y personas con las que comerciar y establecer alianzas.

Ante estas explicaciones, Breogán quedó convencido y dio permiso para que la expedición se llevara a cabo. No obstante, antes de que Ith partiera, Breogán le recomendó que hiciera el viaje montado en su caballo, sin bajarse de él hasta que sus pies tocasen el suelo extranjero, pues solo así podría tener la certeza de volver a su tierra sano y salvo.

Y así fue como se dice que llegaron los celtas a Irlanda, y por eso se cree que hay cierto parentesco entre irlandeses y gallegos. No en vano, en las verdes tierras de Eire se encuentran los mismos castros de casas circulares que tanto abundan en el noroeste de la Península Ibérica, y las preciosas torques de oro, emblema que lucían los jefes tribales. Existen nombres de ríos y lugares con raíces muy similares entre una y otra cultura, y hasta la gaita, instrumento musical inseparable de la cultura gallega, tiene en Irlanda su reflejo, con parecidos temas musicales.

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