Uno de los cuadros más
bellos del mundo del arte es sin duda La
muerte de Ofelia, de John Everett Millais. Fue pintado en 1852, cuando el
autor tenía tan sólo veintitrés años, y podemos contemplarlo en la actualidad
en la Tate Britain de Londres. El cuadro representa una escena tan conocida
como triste de Hamlet, obra de
William Shakespeare, que es la muerte del personaje de Ofelia.
Fiel a los versos de
Shakespeare, Millais capta en este lienzo el tránsito entre la vida y la muerte
de Ofelia. Se trata de una visión revolucionaria de esta escena, ya que ningún
otro artista antes que él se había atrevido a mostrarla tal como la vemos aquí.
En este cuadro, Ofelia parece una muñeca flotante que invita al espectador a
dedicar una mirada morbosa a la virginal muchacha. Flota en el río, rodeada de
flores, abre sus manos y nos muestra un rostro sórdido: los ojos entornados, la
boca entreabierta dejando escapar el último aliento de vida que le queda. Su
rostro pálido, casi céreo. Asombra la serenidad de la figura, sobre todo si se
tiene en cuenta la forma en que el personaje muere en la obra de Shakespeare.
Aunque Ofelia es la
protagonista de la obra pictórica, su pequeña figura queda casi eclipsada por
el despliegue de vegetación que la rodea. Las plantas, el agua estancada, las
flores y los detalles del vestido funcionan como una especie de marco natural
que envuelve el rostro emergente de Ofelia. Se ha interpretado que la forma
abovedada del lienzo sugiere una especie de escenario teatral o también un
indicio de cripta en plena naturaleza.
Las flores y plantas
que Ofelia recoge en su delirio y que sirven de marco en su infeliz desenlace,
guardan un significado oculto y simbólico, muy del gusto de los pintores
prerrafaelitas. El sauce y las ortigas son símbolos de dolor, llanto y
tristeza; las margaritas representan la inocencia y la fidelidad; el lirio,
posteriormente convertido en el símbolo de Ofelia por excelencia, representa la
virginidad, mientras que las orquídeas representan lo opuesto, la sexualidad;
la amapola es la flor que Hamlet le regaló, y los ranúnculos son un símbolo de
peligro. Todo en este lienzo supone una conjunción entre el amor y la muerte.
Como buen
prerrafaelita, Millais presta una gran atención a la representación de la naturaleza.
Se dice que buscó con gran ahínco una localización natural que correspondiese
con la escena descrita por Shakespeare. La técnica pictórica que utilizó fue
inventada por él mismo. Consistía en utilizar los colores puros sobre el fondo
blanco todavía húmedo, de forma que los colores no se falsearan. Primero pintó
el paisaje, el río, las plantas y las flores. Sobre ese fondo natural, pintó
finalmente a Ofelia. Para ello se sirvió de la joven y bella modelo Elisabeth
Siddal, a la que hizo posar, en pleno invierno, sumergida en una bañera que
calentaba por debajo con lámparas de aceite para que no perjudicase su salud. Millais
consiguió así dotar a su obra de una luminosidad y un realismo difíciles de
imitar, provocando fascinación en quien se detiene a observar el cuadro.
La muerte de Ofelia es
uno de los temas más recurrentes en la pintura del siglo XIX, repetidamente
abordado por los prerrafaelitas, artistas ingleses entre los que están (aparte
del propio Millais) William Holmant Hunt y Dante Gabriel Rossetti. La principal
característica de este movimiento artístico es un constante regreso al pasado,
en especial al pasado medieval, tan distinto del presente industrial y
mercantilista en el que vivían y que abominaban. Los pintores prerrafaelitas,
inflamados por las leyendas medievales, ahondan en lo primitivo de las formas
pictóricas. Una cuidada elaboración, un detallismo extremo y una depuración
técnica fueron sus señas de identidad. Religión y literatura son los temas que
frecuentemente aparecen en sus obras. Se apartaron voluntariamente del
academicismo por considerarlo convencional y forzado, y dotaron a sus lienzos
de símbolos poéticos o de la tradición medieval. Fue esto lo que les otorgó un
halo de misterio, pensado para crear un arte elitista, sólo al alcance de la
comprensión de unos pocos iniciados, lo que les hizo ser nombrados precursores
del Simbolismo.
Es precioso. La pintura prerrafaelita es mi favorita junto con la renacentista. Me encanta este cuadro, igual que casi todos lo de este movimiento. Cuando fue a Londres tuve la ocasión de verlos en la Tate Gallery y fue una pasada!!!
ResponderEliminarA mí este cuadro siempre me ha producido fascinación. No sé, es como si no pudiera apartar los ojos de esa pobre chica que flota sobre el agua con la mirada perdida. Me produce desazón mirarla, pero no puedo dejar de hacerlo.
Eliminar¡Qué suerte poder verla "en persona"! Esa es la mejor manera de disfrutar de una obra de arte, y si es del período que más te gusta, mucho mejor. Yo soy más de pintura renacentista, aunque hay obras de otros períodos que también me encantan.
La pintura renacentistas también es una pasada. Hace dos años estuve en Florencia, en la Galeria de los Uffici, y te juro que cuando vi delante de mí la Venus de Botticelli se me saltaron las lágrimas de la emoción ^^
EliminarUn cuadro precioso y fascinante que ha motivado una entrada igualmente preciosa y fascinante por tu parte. Demuestras saber mucho en el tema, y se nota lo que te gusta ^^.
ResponderEliminarMe ha encantado! Un beso!
Muchas gracias! Me vas a poner colorada! ^^* Ya sabes que el arte me gusta mucho y que, cuando algo me apasiona, se nota.
EliminarMe alegro de que te haya gustado! Un beso para ti también!