La Doncella en la Laguna
En el fondo de una laguna, de la
laguna que tú elijas, hay alguien que aguarda tu visita. Sabrás que has llegado
al lugar correcto cuando la niebla empiece a enroscarse en tus tobillos y
lentamente te envuelva. Tardarás un poco en acostumbrarte a caminar sin ver tus
propios pasos, pero el rumor de las aguas te servirá de guía. En cuanto llegues
a la orilla y los dedos de tus pies toquen el agua, sentirás que un sueño
profundo te invade. No trates de resistirte; para ver a la Doncella es necesario
entrar en su reino a través de los sueños.
Dormido, tu cuerpo se hundirá en
la laguna y lentamente descenderá hasta el fondo. Allí, en medio de un bosque
de plantas acuáticas y una corte formada por peces y otras criaturas, la Doncella descansa en su
lecho. Su vestido, que antaño debió ser rico y hermoso, ahora está hecho
jirones. Duerme con las manos entrelazadas bajo el pecho mas no parece respirar.
Los peces nadan junto a ella y acarician su piel mortecina con sus aletas. Las
ranas croan y los juncos bailan para honrarla. Las propias corrientes de la laguna
peinan sus cabellos cuajados de perlas.
El agua te llevará junto a la Doncella , y una voz te
dirá lo que has de hacer: Puedes formularle tantas preguntas como quieras. No
temas por la falta de aire; los sueños te permitirán hacer posible hasta lo
imposible. Siéntate junto a la
Doncella y hazle las preguntas que quieras. No la
despertarás, de modo que difícilmente podrá contestarte. Pero ten cuidado. El
silencio de la Doncella
te envalentonará y hará que tu lengua se suelte. En algún momento, lo sabes,
harás la temida pregunta.
-¿Cómo puedo liberarte de tu maldición?
Se hará el silencio a tu
alrededor. Las ranas se callarán. Los juncos dejarán de bailar. Hasta las
corrientes se detendrán, sorprendidas por tu osadía. No tardarás en intuir que
algo no va bien, que quizá has hecho lo que no debías al dejarte llevar por tu inconsciencia,
pero ahora no puedes deshacer el entuerto. Querías una respuesta, y la vas a
tener.
Los ojos de la Doncella se abrirán y de
su boca saldrá un breve lamento. Entre los juncos surgirán flotando los
cadáveres de otras muchachas que, como tú, hicieron la misma pregunta hace
siglos; de los hombres no queda ni el menor rastro. Las muchachas se mecen
lentamente en el agua. Muertas en la vida y vivas en la muerte; todas responden
a la llamada de su reina. Un gesto de la Doncella es suficiente para que las niñas te
rodeen y te sujeten de pies y manos. Entonces, la Doncella se cierne sobre
ti, con una afilada raspa de pescado en la mano, y te mira con ojos casi
suplicantes.
Lucha por tu vida mientras
puedas. Después, ya será tarde.
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