miércoles, 20 de agosto de 2014

Amigo fiel





Nada de esto es culpa tuya; te doy mi palabra. Quizá llegaste a pensar, como muchos otros antes que tú, que tener un amo humano fue lo mejor que te pudo haber pasado en la vida. Cuando os conocisteis, tú eras un cachorro pequeño e indefenso, una bolita de peluche que agitaba la cola con frenesí y hacía gañidos graciosos que arrancaban una salva de carcajadas a aquel humano que decidió por cuenta propia adoptarte y darte un lugar en su casa. Tú supiste portarte como se esperaba de ti, mi pequeño amigo. Tú recibiste a tu amo todos los días con una alegría difícil de imitar por otro ser vivo. Ansioso por pasar tiempo con él, le ofrecías tu pelota para que te la tirara bien lejos y que tú pudieras correr tras ella una y otra vez. Atendías con mirada despierta a todos los gestos que te hacía tu amo para que te sentaras o le dieras la pata. E incluso le diste las gracias lamiendo su mano cuando, en mitad de una tormenta, él permitió que te acurrucaras a su lado cada vez que un trueno estallaba en el cielo y te asustaba.

 Ahora te das cuenta de que no mereció la pena. El tiempo que pasaste viviendo con ese amo malagradecido, que pasó de pelearse con sus familiares por sacarte de paseo a bajarte a la calle solo una vez por semana; que al principio te daba cuatro comidas al día y después llegó a olvidarse de que tenías hambre; y que dejó de acariciarte el lomo con cariño cuando se dio cuenta de que tenías pulgas, probablemente porque él no te había desparasitado en su momento. Ya no eres el cachorrito adorable del que se quedó prendado en su día. Has crecido y te has convertido en una responsabilidad fastidiosa. Una bestia grande que necesita comida, baño, ejercicio y cuidados a diario; cuatro cosas que él no está dispuesto a darte porque es incapaz de sentir el menor cariño por nadie. Para él has dejado de ser su fiel compañero: ahora eres un estorbo, una carga de la que no quiere ocuparse.

No es tu culpa que ahora te encuentres en esta penosa situación. ¿Cómo ibas a sospechar lo que él iba a hacerte? Te subió a su coche como tantas otras veces y te llevó lejos, a un lugar que no te resultaba familiar. Luego abrió la puerta del vehículo, te obligó a bajar y se alejó de allí a toda prisa. Sin mirar atrás. Como si hubieras dejado de existir. Te dejó solo en medio de la nada, junto a una carretera en la que corrías peligro de ser atropellado. Te abandonó a tu suerte, sin comida ni abrigo alguno, sin collares o dispositivos que te identificaran y que, de paso, pudieran incriminarle a él en cuanto alguien se diera cuenta de lo que había hecho contigo. Contemplaste el horizonte con una mezcla de miedo e ignorancia. ¿Adónde se ha ido tu amo? No te molestes en ir tras él. Tu amo se ha marchado y ha borrado su rastro para que no puedas seguirlo. No volverá a por ti.

¿Qué va a ser de ti ahora? Estás solo, famélico, asustado… No percibes olor alguno que te recuerde a tu hogar. Has caminado tanto que te duelen las patas. En esa eterna carretera no hay más que coches que pasan a tu lado a toda velocidad y cuyo ruido te asusta y te desorienta. No hay manos que te acarician ni voces que te hablan con dulzura cuando te portas bien. Donde antes había calor humano, ahora solo hay una fría soledad. Despídete para siempre de tu correa de paseo, de tu cama y de tus juguetes, porque no volverás a verlos nunca más. Posiblemente ahora estén en el cubo de la basura. Tus días de felicidad se han acabado. Como un mueble inservible, has sido desechado. El amo te ha expulsado de su casa y no quiere saber nada de ti. ¿Qué le importa a él lo que te pase? Si un animal salvaje te atacara, dejándote malherido a los pies de la cuneta, seguiría sin sentir el menor remordimiento.

Ante semejante injusticia, uno solo puede preguntarse por qué. ¿Por qué tu amo te ha hecho eso? Tú no eres un mal perro. Nunca te has portado mal; todo lo contrario, pues pagaste con un cariño sin límites el gran acto de generosidad que él hizo al adoptarte, al convertirte en parte de él. ¿Qué ha pasado, entonces? ¿Qué ha cambiado en este tiempo? ¿Por qué antes jugaba tanto contigo y después te volvió la espalda? ¿Por qué al principio te hablaba con cariño y más tarde te trató con desprecio? ¿Por qué, cuando eras un cachorro, te dijo que te quería y después, ya adulto, te abandonó sin miramientos? No intentes buscarle explicación, pequeño, porque no la tiene. Hay amos buenos y amos malos. Y tener un buen amo es cuestión de suerte, como tantas cosas en esta vida.

El otro día unos humanos te encontraron vagando por la carretera y te llevaron con ellos, compadecidos. Como no podían acogerte en su casa, decidieron llevarte a un lugar en el que al menos tuvieras cama y cobijo. La perrera estaba repleta de otros como tú: perros que una vez fueron pequeños y graciosos, pero que, cuando crecieron, se convirtieron en auténticas molestias para unos amos desaprensivos y faltos de conciencia que no estaban dispuestos a invertir quince años de sus vidas en cuidar de otro ser vivo que les necesitaba. La mirada de tus nuevos compañeros de manada es tan triste y vacía como un abismo de oscuridad. Sus aullidos al atardecer evidencian días, semanas, meses de insoportable melancolía. No hay alegría entre esas cuatro paredes. Tú intentas adaptarte como puedes. Los cuidadores te dan de comer, te quitan los parásitos, juegan contigo y hacen lo que pueden. Pero ellos son pocos y vosotros sois demasiados; no pueden con todo. Tu única esperanza, te dicen, es que alguien se compadezca de ti y quiera adoptarte. Si no, es muy posible que la opción de sacrificarte se haga cada vez más atractiva. Los días y las noches se te hacen eternos mientras esperas con el corazón en vilo a que un nuevo amo aparezca por la puerta y te saque de esa jaula… o que tu antiguo amo haya recapacitado y vuelva para enmendar su error.

Y mientras esperas a que otros decidan tu destino, puedes jugar a imaginar lo que puede suceder. Puede que mañana sea el día en que alguien descubra que te quiere a su lado, el día en que un nuevo amo vea en tus ojos tristes al cachorro adorable que una vez fuiste y al perro fiel, noble y leal que eres hoy. El compañero que siempre ha querido tener.

6 comentarios:

  1. ¿Quieres hacer llorar a la gente o qué? ;__;

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hala, no me digas que he conseguido emocionarte! Si te digo la verdad, una de mis intenciones al escribir esta entrada era la de concienciar, de algún modo, a aquellas personas que se están planteando la posibilidad de abandonar a sus mascotas de la peor de las maneras. A mí me produce mucha tristeza ver a esos pobres perros vagando sin rumbo por la carretera, o hacinados en refugios superpoblados, y todo por culpa de personas sin corazón.

      Pero, ¿sabes qué? Me alegro de que exista la posibilidad de que la gente llore al leer esta entrada. Sé que a las personas de buen corazón se les caerán las lágrimas; y a las personas de mal corazón, lo que debería caérseles es la cara, pero de vergüenza.

      Eliminar
  2. ¡Gran post, Laura! Yo que he tenido perro durante 16 años sé muy bien el trabajo que supone cuidarlos, pero el cariño que te dan lo compensa con creces. Nunca entenderé como alguien puede abandonar a un animal, eso de que él nunca lo haría es totalmente cierto. No hay nada más triste que ver un animal abandonado. Desgraciadamente, la gente no termina de concienciarse de que un animal no es un muñeco que puedas arrinconar cuando te da la gana, que si quieres tener uno debes cuidarlo correctamente, y si no, no lo acojas en tu casa.
    Bicos
    Rebeca

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! Pues sí, tener una mascota da bastante trabajo, y si es un perro mucho más (yo he tenido gatos, pero como son más independientes no hay que preocuparse mucho por ellos), pero es cierto que el cariño que te dan a cambio es impagable. Además, creo que no es un trabajo tan duro cuando lo haces de corazón. ¿Qué importa el tiempo o las molestias si estás haciendo algo bueno por otro ser vivo que, además, te quiere incondicionalmente? Y creo también que, si uno no se siente capaz de dedicarle tiempo y esfuerzo al cuidado de un animal, es mejor que no lo adopte y que se lo ceda al que sí quiere hacerlo.

      Besos!

      Eliminar
  3. Dios !!! Se me aguaron los ojos, no entiendo como una "persona" es capaz de hacerle algo así a una mascota con la que compartió un tiempo. Dos mascotas ya pasaron a mejor vida y eso para mi fue muy difícil lloramos muchísimo como sí se hubiera muerto un familiar cercano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lamentablemente, el abandono de perros sigue siendo una de las lacras de nuestra sociedad. Yo nunca he tenido perros, principalmente porque en mi casa no podemos tenerlos, pero me parece de una gran crueldad traer un cachorro a casa y abandonarlo cuando ya se ha hecho demasiado grande. Al igual que tú, tampoco entiendo cómo se le puede hacer eso a un ser vivo tan cariñoso y agradecido como un perro. Y es cierto que se les quiere como si fueran miembros de la familia. Pero quizá los desaprensivos que los abandonan no sienten lo mismo y no son capaces de ver lo maravillosos que son los animales.

      Eliminar