domingo, 14 de abril de 2013

Grandes series que la gente adora pero que a mí me dejan fría


No suelo engancharme rápidamente a una serie. Por lo general, le doy mil vueltas antes de ponerme a verla. Algunas veces, sobre todo por pereza, me pierdo cantidad de cosas buenas que ponen en televisión. Tengo que reconocer que, hoy en día, la oferta de series es de lo más variada y es difícil no encontrar una que me guste aunque sea un poco.
 
Pero todo yin tiene su yang, y a mí me pasa lo mismo con las series. No hay nada que me fastidie más que darle una oportunidad a una serie que me han metido cientos de veces por los ojos y quedar completamente decepcionada. La verdad, es un palo no compartir el entusiasmo de cientos de telespectadores que intentan meterte en su mundo y tú, por lo que sea, no acabas de entrar porque no puedes.
 
En el post de hoy, voy a hablar un poco de esas grandes series de las que todo el mundo hablaba maravillas, me las vendían como lo más de lo más… pero a las que yo no terminé de cogerles el punto.



7. Héroes



Vi esta serie por primera vez en la MTV, que la ponía los jueves por la noche, y decidí darle una oportunidad porque todo el mundo decía que era una pasada. El argumento va de una serie de personas que, por alguna razón desconocida, empiezan a desarrollar superpoderes de la hostia. A medida que vemos cómo se van acostumbrando a utilizar esos nuevos dones, también somos testigos del motivo por el que ellos han sido elegidos para tener esos poderes.
 
La primera temporada es muy buena, no lo niego. El argumento me parecía bastante interesante y original dentro de lo que cabe. Además, los giros son constantes, sorprendentes. Nunca sabes por dónde va a tirar la historia.
 
Pero acaba esa temporada, vienen todas las demás y todo se va al garete. Las idas de olla empiezan a ser el plato principal de cada capítulo, y había tantos cambios que ya me perdía. Poco a poco se va transformando en una serie lenta, aburrida e improvisada, con un argumento que se nota que está adaptado a las exigencias de la audiencia. Por no hablar de que es una serie pensada para seguirla cada semana, porque si te saltas un capítulo te pierdes mogollón de detalles importantísimos.
 
Al final, acabé dejándola por aburrimiento. No me llamaba la atención tanto como al principio, así que pasé de seguir viéndola y ni siquiera me la descargué para acabarla.


 
6. Roma



¿¿¿Quéeeee??? ¿¿Esta tía va a criticar Roma?? ¿¿La sacrosanta Roma?? ¡Traición! ¡¡Blasfemia!! ¡¡Que le corten la cabeza!! ¡¡Que la quemen hasta que no queden sus cenizas!!
 
Sí, ya sé que esto es lo que muchos estaréis pensando. Pero, en fin, tengo mis motivos para detestar esta serie tan popular, que ha marcado un antes y un después en la forma de representar la Historia en la pequeña pantalla.
 
Empecé a ver Roma porque nos la habían recomendado en la facultad. Me acuerdo de que mi profesor de Historia de Roma estaba emocionadísimo y con la libreta en la mano para pillar todos los detalles históricos que la serie se iba a pasar por el forro, para despacharse a gusto. Esperaba encontrar un relato espectacular sobre la historia de Roma, y esto fue lo que vi: Unos escenarios impecables, un vestuario perfecto y acorde con la época, un libreto histórico bastante plausible, personajes que utilizaban un lenguaje que bien podría haberse usado en aquellos tiempos… pero un argumento infumable basado constante y obsesivamente en el sexo.
 
Y es que Roma es eso: Sexo, sexo y sexo. Por cada escena de batalla, hay tres de sexo. ¿No sabemos qué escena poner aquí? Pues poned una de gente dándole al mete saca. No dejan pasar cinco minutos sin que le veamos las peras a una matrona romana o a una pareja follando sin venir a cuento. Se echan polvos a todas horas, en cualquier momento y en cualquier lugar. Da igual si es un matrimonio o una violación; el caso es mostrar tetas en pantalla.
 
Así que lo que me cansó de Roma fue el fornicio. Si me hubieran dicho que iba a ver una serie porno, pues hasta le habría dado un voto de confianza. ¡Coño, es que vamos a ver porno! Pero como me la han vendido como lo que no era, no me queda más remedio que rechazarla de plano.



5. Misfits



Con Misftis me pasó un poco lo mismo que me ocurrió con Héroes y, ahora que lo pienso, los argumentos son parecidos. Lo cierto es que la publicidad la promocionaba como Skins + Héroes, y de ahí podía salir cualquier cosa. Como Skins me gustó mucho, pensé que esta iba a emocionarme también.
 
Así que me senté a verla muy ilusionada, pensando en la cantidad de aventuras extrañas que iban a tener aquellos delincuentes juveniles a los que habían arrestado y condenado a cumplir horas de servicios comunitarios. Pero algo fallaba mientras veía la serie. Me daba la impresión de que los guionistas no sabían muy bien qué hacer, que tenían un guión de una página pero se les había olvidado escribir el resto y ahora se daban prisa por meter un montón de temas por capítulo.
 
Porque eso es lo que Misfits da a entender. Es una serie abarrotada, que no acabo de pillar porque quieren meter un montón de cosas a rosca, forzando la estructura inicial. No me habría parecido mal que dedicaran toda la primera temporada a que los chicos utilizaran sus poderes para acostumbrarse a ellos, y en la segunda metieran más misterio. Pero es que me ha dado la impresión de que le metían mucha morralla nada más empezar, sin darte tiempo a que conozcas a los personajes y empatices con ellos.
 
Y de los protagonistas también hay poco que añadir. Me parecía que estaban encasillados al máximo. El gracioso sólo hace de gracioso, la puta sólo hace de puta, etc. Por lo general, el argumento era bastante predecible, salvándose algún que otro poder que sí podía ser original.
 
Por lo tanto, otra serie que todos ponían por las nubes pero que a mí me volvió a producir sopor. Nada más que añadir.



4. Anatomía de Grey



Una de las series que más detesto en el mundo, y eso que mi capacidad de odio es reducida. Me mata esta serie, de verdad. Salió en la televisión en pleno auge de las series de médicos, en franca competencia con House. Y creo que fue mi error imaginar que Anatomía de Grey iba a ser como House, porque tal vez tenía la esperanza de que los guionistas no iban a caer en los estereotipos de toda la vida.
 
Pero cayeron. Vaya si cayeron. A mi modo de ver, Anatomía de Grey es la versión yanki de Hospital Central. Trata de médicos que están todos súper macizos y macizas, y sus polvos, sueños sobre polvos y cosas por el estilo. Vamos, que la trama es ñoña, aburrida e irrisoria a partes iguales. Y hoy por hoy tenemos el resultado en nuestras pantallas. Si se emite en Divinity no es por casualidad: Es una serie para tías, en el peor sentido de la palabra.
 
Al tratarse de una serie ambientada en un hospital, uno esperaría que le dedicaran tiempo al rigor médico. Una vez más nos equivocamos. No hay nada de eso en Anatomía de Grey. Los casos son surrealistas y a veces de mal gusto (recordemos a la chica que no paraba de tener orgasmos involuntarios, ejem...). Lo único que importa es lo guapo o guapa que es tal médico, sin importar nada más. Además de esto, los capítulos están aderezados con monólogos en off que no hace más que soltar moralinas sobre las cosas de la vida, esperando convertirnos en mejores personas, porque está claro que si estás en ese hospital es porque sabes mucho sobre la vida.
 
¡Basta, no puedo seguir! ¡A la mierda con Anatomía de Grey!

 

3. Las Chicas Gilmore



Otra serie por la que muchas chicas me matarán si pongo una palabra en su contra. Parece que existe la moda de tildar de amargado y ruin a quien critique a las tiernas Gilmore, pero a mí me la trae al fresco y por una buena razón. A mí la serie me gustó, pero sólo las primeras tres temporadas. A partir de ahí, la serie va cuesta abajo y sin frenos.
 
Las Chicas Gilmore es una serie con un planteamiento muy sencillo pero resultón. Trata sobre el día a día de una madre soltera y su hija adolescente viviendo en un pueblecito idílico que, a pesar de ser más canijo que el Vaticano, tiene absolutamente de todo (no me voy a parar a analizar la tasa de paro inexistente de Stars Hollow porque me entra la risa tonta). La verdadera magia de la serie son los diálogos rápidos, ingeniosos y chispeantes que Lorelai y Rori mantienen a todas horas. Y a mí los diálogos me encantan, en serio. Es maravilloso ver una serie que se centra en aspectos de la cultura popular y que, a la vez, es inocente y apta para todos los públicos.
 
Pero tiene sus peros, y el principal pero es el declive del argumento. Como tantas series del género, empiezan a pasar de los conflictos madre-hija para centrarlo en las relaciones amorosas de las protagonistas, y aquí la cagan sobremanera porque hacen incurrir a las Gilmore en errores garrafales que son imperdonables, que no tienen nada que ver con sus bien definidas personalidades y que te hacen soltar un juramento cuando los ves. Al principio, uno o dos se perdonan. Pero cuando la fórmula se repite en todas las temporadas, una ya empieza a hartarse.
 
Y eso fue lo que me pasó a mí. Estaba tan harta de las idas y venidas amorosas de las Gilmore que pasé de todo y decidí olvidarme de la serie. Sólo son potables las primeras tres o cuatro temporadas. A partir de ahí, me parecieron mediocres.



2. Sexo en Nueva York



La serie que marcó un hito en la forma de mostrar la sexualidad femenina fue, sin lugar a dudas, Sexo en Nueva York. Por primera vez vimos una serie que trataba sobre cuatro mujeres y su vida sexual y sentimental (ojo, no confundamos los términos). La gracia estaba en las idas de olla de Carrie y el modo de ver la vida de sus amigas Miranda, Samantha y Charlotte. Después de unos primeros capítulos un poco confusos, la serie encuentra su rumbo y empieza a despegar.
 
A mí me gustó mucho en su día. Y digo en su día, porque cuando empecé a verla tendría unos 19 años y me llamaba mucho la atención porque tenía detalles muy graciosos. Pero luego volví a verla con 25 y algo ocurrió. Ya no me gustaba tanto como al principio. La forma de actuar de los personajes no me parecía lógica ni normal. Me aterraba ver la frivolidad con la que se trataban varios temas, como la justificación de un adulterio o la alegría con la que algunas neoyorquinas van a practicarse un aborto. Y lo peor es que pretende ser un modelo a seguir y clave de una época y cultura.
 
A medida que las temporadas van pasando, encontramos menos momentos graciosos y más banalidades por parte de las chicas, sobre todo de Carrie. Van de modernas y liberadas, hablando de los tíos con los que se acuestan todos los días, de zapatos, de bolsos de firma... Y, al final, para acabar con la tonta premisa de que la única meta en la vida de una mujer soltera, con trabajo, con éxito y con dinero es follarse a todos los hombres que pueda hasta encontrar a aquel que la haga experimentar varios orgasmos simultáneos, porque está claro que él va a ser su pareja ideal y no aquel con quien tiene más afinidades de personalidad.
 
Sinceramente, me parece que a los guionistas se les fue escapando la premisa inicial y acabaron convirtiendo a cuatro interesantes mujeres en cuatro perfectas machistas. Una pena, la verdad.


 
1. Los Borgia



Y, en el puesto número 1, la serie que muchos puntúan de un siete para arriba pero que yo no le daría más de un cuatro. Los Borgia era una serie que prometía muchísimo. El tema Borgia no es novedoso, pero sí que se le puede sacar mucho jugo, así que veo lógico que cada cierto tiempo se le haga un repaso y se ofrezca al gran público, que seguramente agradecería más series de corte histórico.
 
Pero en el transcurso de la primera temporada, fui testigo de cómo estropeaban la historia que a mí tanto me ha fascinado siempre. No sabría explicar bien lo que sucedía en la serie, porque todo se volvía confuso por momentos. Daba la impresión de que los guionistas habían reunido todas las leyendas oscuras sobre los Borgia, las combinaban con los datos ciertos y contrastados, y hacían una mezcolanza extraña. Es como si quisieran hacer otro Los Tudor, y se han quedado con las ganas.
 
Y esto, a la larga, fue lo que destruyó mi interés por la serie. Los protagonistas son quienes sufren estas mezclas incomprensibles de caracteres. La relación del papa Alejandro VI con Julia Farnese (que me parece muy mayor) es extraña y no parece que haya conexión amorosa entre ellos. El trato de César y Lucrecia oscila entre el amor fraternal y el cuasi incesto, dejando todos los campos demasiado abiertos. Y, siguiendo con Lucrecia, la han convertido en una muchacha extraña que coquetea con su hermano y parece súper manipuladora, pero que al final no hace absolutamente nada que merezca la pena. Los personajes no están suficientemente definidos en cuanto a motivaciones y conflictos. Es una pena, porque la verdadera historia de los Borgia daba para todo eso y más, y hacer una serie era la mejor manera de dar forma a todo ese universo de vendettas, veneno y crímenes. Pero va a ser que no...
 
Al final de la primera temporada, cuando toda la familia se reúne para celebrar el nacimiento del hijo bastardo de Lucrecia (cosa incomprensible por varias razones que no me pararé a explicar ahora), supe que era otra serie más que se quedaba en la papelera. Y me dio mucha pena, porque pintaba de maravilla.



Y hasta aquí mi ranking de series que vilipendio por mil y una razones. He tratado de no ser demasiado crítica, aunque empiezo a despotricar y los dedos se mueven solos por el teclado. Lamento mucho si he criticado alguna serie que a vosotros sí os ha gustado. A mí me parece muy bien que hayáis disfrutado; siempre es mejor pasárselo bien viendo la tele en vez de sufrir como hago yo en innumerables ocasiones. Y, si tenéis algo bueno que ofrecerme, estoy abierta a nuevas propuestas.

¿Quién sabe? A lo mejor puedo hacer otro ranking.

2 comentarios:

  1. Ninguna de estas series me ha llamado la atención jamás, de modo que no puedo hacer muchos comentarios.
    La única que intenté ver y no pude fue Los Tudor, y no porque fuera mala, sino porque me parecía muy sangrienta. Vale, entonces supongo que es justo que me preguntes cómo puedo ser seguidora de Juego de Tronos, pero es que con Juego de Tronos no estoy viendo ejecuciones de personajes históricos. Como las tramas y los personajes son imaginarios y además ya he leído los libros, sufro mucho menos.
    Y por supuesto, mi favorita es Once Upon a Time, deliciosamente original, entretenida e inofensiva (de momento).
    Estuve muy enganchada también en su tiempo a Charmed y a Expediente X, pero esas ya son historia.

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  2. A mí Los Tudor me encantó porque está muy bien adaptada a la historia original (vale, obviemos que el verdadero Enrique VIII padecía obesidad mórbida y no era tan guapo), y la sangre y las ejecuciones forman parte de la Historia como tal. Cuando estudiaba en la facultad nos decían que cuesta mucho imaginarse esa época porque leemos nombres, fechas y acontecimientos pero no vemos la psicología que se esconde detrás de cada hecho. Por eso hoy en día no entendemos que el pueblo acudiera en masa a ver una ejecución; hoy en día sería inconcebible. Por eso comprendo que tal vez no te haya gustado; hay personas que son más sensibles que otras y que suelen ponerse en la piel del que sufre (a mí me pasó con La Pasión; no creo que aquella noche hubiera en el cine persona que más llorara que yo).

    Con Juego de Tronos (los libros) he sufrido mucho, mucho, pero mucho. Yo sí que sentí las muertes de los personajes más queridos, llegando al extremo de pasarme toda una noche llorando porque se había muerto Eddard Stark, y etc. En cambio, con las históricas sufro menos... Anda que no soy rara ni ná.

    Once Upon a Time está muy bien (quiero ver la 2ª temporada YA!! ^^*), y por eso no está en esta lista. Y también me gustaba mucho Embrujadas! Yo quería ser Piper!

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